
El rol de la maternidad


La curiosidad es el motor que mantiene viva nuestra mente
Interés general21/10/2025 Por Silvina Zecler (MN. 46424)
La curiosidad es el motor que mantiene viva nuestra mente. Cuando somos niños, esa curiosidad es la forma natural de habitar el mundo: preguntamos, exploramos, tocamos, observamos. Todo es nuevo, fascinante, lleno de misterio. Esa pulsión por descubrir nos impulsa a aprender, a crear vínculos y a construir sentido.
Con el paso de los años, la rutina, el cansancio o la sobrecarga de estímulos suelen apagar esa chispa. Sin embargo, la curiosidad no desaparece: solo necesita ser convocada otra vez.
La curiosidad nos conecta con lo que no sabemos, con lo que aún nos falta descubrir, con la posibilidad de conocer nuevos mundos.
Las personas curiosas conservan la capacidad de asombro y apertura, y con ello también una sensación de vitalidad. Ser curiosos es un antídoto frente a la apatía, el aburrimiento y la rigidez mental en todas las etapas de la vida.
Desde la psicología y la neurociencia, sabemos que la curiosidad activa los circuitos cerebrales del aprendizaje y la recompensa. Cada vez que nos interesamos genuinamente por algo nuevo, liberamos dopamina, la hormona que nos impulsa y motiva.
Además, mantenernos mentalmente inquietos protege nuestras funciones cognitivas y nos ayuda a adaptarnos mejor a los cambios. En el plano emocional, la curiosidad amplía nuestra mirada y reduce la ansiedad frente a lo desconocido: en lugar de temer a lo nuevo, lo exploramos.
Cómo despertar la curiosidad en la vida cotidiana
Podemos empezar por gestos simples: tomar un camino distinto al habitual, leer sobre un tema que no dominamos o hacernos preguntas nuevas sobre lo que nos interpela.
La curiosidad aparece cuando dejamos espacio para el “no saber”. También se fortalece en los vínculos: compartir ideas, debatir, aprender de y con otros.
La naturaleza puede ser una gran aliada para explorar. Sus ciclos nos invitan a observar los cambios de cada estación, sus colores, aromas y texturas. Todo esto nos reconecta con el presente y con la idea de que siempre hay algo transformándose.
Volver a mirar la naturaleza con ojos de niño puede ser, en sí mismo, una práctica terapéutica.
En una época en la que la tecnología ofrece respuestas instantáneas, el verdadero desafío es no delegar nuestra curiosidad en una pantalla.
Cultivarla es un acto de salud mental, una forma de mantener viva la capacidad de asombro y de seguir creciendo.
Porque cuando dejamos de preguntar, dejamos de aprender.
Y el mundo —que tiene tanto para mostrarnos— necesita que lo sigamos mirando con la misma fascinación con la que, alguna vez, lo descubrimos por primera vez.

Silvina Zecler (MN. 46424) psicóloga, especialista en psicoanálisis adolescentes y adultos

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