Enterrar la profunda recesión que atraviesa la economía argentina, iniciada durante los últimos meses del año pasado pero que adquirió dimensiones desconcertantes en el primer trimestre del año, es tan necio como querer tapar el sol con la mano. Los datos privados indican caídas de hasta el 6% en los primeros dos meses en comparación con el mismo período del año pasado, lo que está en sintonía con las proyecciones de una caída del 4% del PBI para 2024 que el equipo económico admite en privado. Para evitar que una caída de esa magnitud sea aún peor, es imperioso que la recuperación llegue más temprano que tarde.
Pues bien, en ese sentido ya surgió un primer dato que aporta una noticia relativamente positiva. Si bien está lejos de habilitar un entusiasmo casi desmedido como el que predomina por estas horas en los mercados financieros, sí amerita algo de atención. Esa información fue proporcionada por el economista Fausto Sportorno, socio de la consultora de OJF (Orlando Ferreres & Asoc,), quien el viernes pasado publicó el habitual relevamiento de actividad de la consultora pero destacó, en las últimas horas, un dato adicional: al menos en febrero, la economía dejó de caer en picada como lo había hecho desde septiembre del año pasado. Claro, esto es comparado con enero. En términos interanuales, habrá que esperar al último trimestre del año para encontrar alguna cifra positiva. “El dato de actividad económica según el IGA-OJF de febrero fue mejor de lo esperado. En febrero, la actividad no cayó respecto de enero (desestacionalizado). Es más, subió levemente (0,1%)”, advirtió Spotorno quien, de todos modos, destacó que el nivel según su propia serie se ubica 6 puntos por debajo del año pasado.
Típicamente, la comparación interanual es la que ofrece la mejor visión del estado de la situación. Sin embargo, las variaciones intermensuales e intertrimestrales pueden mostrar una imagen diferente en el futuro. Por ahora, es completamente prematuro concluir que la economía llegó a su punto más bajo y que, a partir de marzo y sobre todo de abril con la llegada de la cosecha, el único camino posible es hacia la recuperación.
De hecho, aunque en el Gobierno repiten en público que se producirá una reactivación en V, es decir, una subida rápida y contundente después de la fuerte caída, admiten en confianza que, en el caso de que se cumplan las proyecciones más optimistas y la economía efectivamente “tocó fondo” entre febrero y marzo. “La recuperación tendrá más la forma de una pipa. Se notará, pero será leve al principio e irá tomando fuerza en la medida en que la inflación se consolide en un dígito, y un dígito bajo”, aseguró a Infobae una fuente oficial.
Varios factores serán clave a la hora de construir cualquier forma o letra para recuperar la economía. El primero de ellos es, sin lugar a dudas, el impacto expansivo que podría tener el levantamiento del cepo.
“A partir del segundo semestre, se espera que se logre abordar la salida del control de cambios duros, lo que básicamente implica la normalización del acceso de los importadores al mercado de cambios, la eliminación de las restricciones cruzadas y una flexibilización significativa de las restricciones cuantitativas de acceso al segmento oficial para el resto de las transacciones. Creemos que la normalización del comercio exterior y del funcionamiento de la cuenta capital y financiera sería un factor expansivo significativo, al permitir que se concreten muchas decisiones de inversión y consumo durable que hoy se encuentran postergadas”, aportó en su último informe la consultora Outlier.
Sin embargo, el desempeño no será parejo para todos los sectores. Un monitor de la consultora MAP es contundente: si bien para el próximo año se prevé que todas las actividades empujen hacia un fuerte crecimiento, este año serán muy pocos los motores de esa reactivación. El sector agropecuario, previsiblemente, será el tractor más potente de la economía, seguido por la energía, los servicios del conocimiento y también la minería.